SOSTENIBILIDAD
PERIODO MAYO/AGOSTO 2025_ Total de informaciones analizadas: 125
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Subproductos que entran en la formulación: el upcycling impulsa nuevos ingredientes
El escenario de Upcycling-Food Waste se ha convertido en una palanca central de la innovación alimentaria, con un doble enfoque: por un lado, reaprovechar subproductos que ya se generan en los procesos industriales y darles un nuevo valor; por otro, diseñar tecnologías que eviten directamente que esos residuos aparezcan. En ambos casos, la oportunidad para las empresas es evidente: mejorar su eficiencia en la gestión del desperdicio y, al mismo tiempo, lanzar al mercado productos diferenciados, más sostenibles y con nuevas funcionalidades
Reinventar el café y el cacao
El café, uno de los productos más consumidos y al mismo tiempo más expuestos a volatilidad y escasez en su cadena de suministro, ilustra bien esta tendencia. Prefer ha desarrollado extensores solubles “bean-free” que combinan un proceso de fermentación patentada e ingredientes secundarios como okara o arroz partido (arroz dañado, que se rompe durante el procesamiento). El resultado, según la empresa, es un producto que puede reemplazar hasta el 40 % del café real sin perder sabor, reducir costes a la mitad y bajar en un 85 % las emisiones asociadas. En paralelo, en Brasil, un grupo de investigación de la Universidad Federal de Uberlândia (UFU) han logrado que cerezas inmaduras de café, normalmente desechadas, se conviertan mediante fermentación en cafés de especialidad que superan los 80 puntos de la SCA (Specialty Coffee Association), mostrando que incluso lo que ahora se considera residuo puede escalar a gama premium. En Tailandia, Hillkoff ha lanzado Coffogenic, una bebida a base de cáscara de café con compuestos que aseguran que son capaces de reducir el colesterol LDL, convirtiendo toneladas de desecho en un producto funcional, que se alinea con la demanda de alimentos que aporten beneficios sobre la salud del consumidor.
Del bagazo al valor añadido
El bagazo cervecero es otro clásico del desperdicio: voluminoso y de bajo valor. Desde la investigación académica, la Universidad de Vigo ha demostrado que tratándolo con calentamiento óhmico y fermentación con Aspergillus niger puede convertirse en una fuente eficiente de enzimas como xilanasa o proteasa, con aplicaciones industriales amplias. En el terreno comercial, MaGie Creations, en Países Bajos, ha lanzado PowerBond, según ellos, el primer emulsificador alimentario obtenido a partir de bagazo, con propiedades funcionales comparables a aditivos sintéticos pero con el sello de sostenibilidad y clean label.
En paralelo, surgen iniciativas más ligadas a la economía circular que al upcycling de base tecnológica. Es el caso de Mendrugo, la marca creada por Cerveza Mica junto a Pascual, que sustituye parte de la malta en la elaboración de cerveza por pan duro recuperado de panaderías locales. Aquí no se trata de valorizar un subproducto industrial, sino de evitar el desperdicio de un alimento final mediante un modelo de colaboración que convierte excedentes de pan en un producto atractivo y singular para el consumidor.
Lácteos sin residuos
El sector lácteo también es un campo fértil para esta innovación. El suero ácido que se genera en la producción, por ejemplo, de yogures colados y queso cottage, representa hasta dos tercios de la leche usada en la elaboración de este segmento y es un problema ambiental y logístico. Arla Foods Ingredients ha explorado dos vías alternativas (o complementarias): primero, con su plataforma Upcycle your whey to value, para darle usos alternativos; y más recientemente, con el lanzamiento del cocepto Maximum yield, no acid whey, que supuestamente elimina el problema de raíz al reformular el proceso para que el subproducto no se genere. Es un caso ejemplar de innovación upstream: resolver el desperdicio antes de que aparezca.
El concepto combina el know-how de la compañía en procesos fermentativos con el uso de su nueva gama de proteínas lácteas Nutrilac® HighYield. Al añadirse estas proteínas antes de la fermentación, se alcanza directamente la textura y concentración deseadas, evitando así el paso tradicional de colado o filtración. De esta manera, el proceso no genera suero ácido como subproducto, ya que tanto el agua como los sólidos de la leche permanecen en el producto final, lo que garantiza un aprovechamiento total de la materia prima y reduce significativamente la problemática ambiental asociada a la gestión de este residuo.
En paralelo, investigadores de la Universidad de Tesalia (Grecia) han apostado por que otros residuos, en este caso los posos de café, puedan integrarse en productos lácteos: han desarrollado un postre de yogur de cabra enriquecido con extracto antioxidante de posos de café (spent coffee grounds, SCGs). El extracto, obtenido mediante extracción acuosa y posterior secado por crionización, se incorporó en concentraciones del 2 % y 3 % y fue evaluado sensorialmente por 137 consumidores.
Nuevas proteínas a partir de residuos industriales
Más allá de estos ingredientes, hay compañías que apuestan por escalar la valorización de subproductos como vía para producir proteína alternativa. En Singapur, Mottainai ha pasado del laboratorio a una planta piloto capaz de procesar hasta 100 toneladas anuales de okara, la pulpa fibrosa que se descarta en la fabricación de tofu y leche de soja. Mediante procesos de estabilización y formulación propios, logran transformarlo en análogos de carnes vegetales como Jiro Meat, que, según sus desarrolladores, mantiene una buena textura y baja pérdida de humedad tras la cocción. La compañía también ha diversificado hacia bebidas elaboradas con cáscaras de cacao, otro flujo de desecho con bajo valor en origen. En Estados Unidos, Meridian Biotech invertirá 40 millones de dólares en una planta junto a Buffalo Trace Distillery para convertir el stillage, el grano residual húmedo de las destilerías, en proteínas para acuicultura, pet food o fertilizantes.
Plataformas y retail anti-desperdicio: digitalizar la gestión del surplus
El desperdicio alimentario en supermercados se concentra en categorías como frescos, lácteos o panadería, donde la rotación es rápida y el riesgo de merma elevado. Para afrontarlo, el retail está incorporando plataformas digitales que gestionan el excedente en tiempo real, ofreciendo productos próximos a caducar con descuentos dinámicos y mayor visibilidad para el consumidor.
En EE. UU., Kroger está probando la integración con la app Flashfood en tiendas del área Mid-Atlantic. El sistema conecta inventarios de alimentos con fecha corta a la plataforma digital, permitiendo a los clientes reservar y recoger en tienda a precios reducidos. La fórmula combina menos desperdicio para el retailer con mayor asequibilidad para el consumidor, en un contexto de inflación sostenida.
A la vez, soluciones como Too Good To Go están escalando su red de socios y ciudades en Norteamérica, aplicando un modelo tipo marketplace en el que los excedentes se agrupan en “bolsas sorpresa” que los usuarios compran a través de la app. La clave está en la simplicidad operativa y la integración en procesos de tienda, lo que permite reducir mermas de forma estructural.
El avance de estas plataformas señala un cambio en la estrategia del retail: del tratamiento del desperdicio como pérdida inevitable a la gestión proactiva del surplus mediante tecnología. El resultado es triple: menos impacto ambiental, mejores márgenes operativos y productos más accesibles para el consumidor final.
Del envase como residuo al envase como vector diferenciador
El avance hacia envases más sostenibles se ha convertido en una prioridad estratégica para el sector alimentario. La presión regulatoria desde Europa se suma a la necesidad de reducir la dependencia de plásticos fósiles y avanzar hacia modelos más circulares. En este contexto, la innovación en packaging se articula en distintas líneas de desarrollo: materiales biobasados, reciclabilidad real, incorporación de material reciclado, soluciones activas e inteligentes, digitalización y modelos de reutilización.
Materiales biobasados: convertir residuos en polímeros útiles
La sustitución de plásticos fósiles por materiales biobasados es una de las principales apuestas tecnológicas. Se buscan polímeros derivados de fuentes renovables o residuos agroalimentarios, capaces de cumplir con los requisitos técnicos del envase, como propiedades barrera o sellabilidad, sin comprometer su escalabilidad industrial.
En España, la startup Oscillum está desarrollando un bioplástico a partir de fécula de patata residual, con el objetivo de levantar 5 millones de euros en financiación para construir su primera planta industrial y escalar la producción. En Grecia, Coffeeco ha recaudado 715.000 euros para valorizar residuos de café y transformarlos en cosméticos y bioplásticos.
Desde el ámbito de la investigación, proyectos como Bioprocess, coordinado por AIMPLAS, se centran en mejorar las prestaciones de los bioplásticos sin utilizar aditivos restringidos como los PFAS. También se avanza en combinar biopolímeros con compuestos funcionales: el equipo de la University of Novi Sad, Faculty of Technology (Serbia) trabaja en envases activos elaborados con extractos de especias, capaces de aportar propiedades antimicrobianas y antioxidantes.
A nivel industrial, Nestlé ha lanzado un envase para queso fabricado a partir de proteínas de suero, reemplazando el film plástico convencional. Esta solución no solo aprovecha un subproducto de la industria láctea, sino que también reduce la huella ambiental del envase final.
Reciclabilidad y monomateriales: el desafío de los envases flexibles
Diseñar envases reciclables en la práctica, y no solo sobre el papel, es hoy un objetivo prioritario. Bajo el enfoque de Design for Recycling (D4R), se trabaja para sustituir las estructuras multicapa, que son difíciles de recuperar, por envases monomateriales con prestaciones similares.
En el segmento de flexibles, ProAmpac ha desarrollado un envase monomaterial de polietileno con alta barrera para queso. Esta innovación permite responder a la fuerte presión regulatoria sobre una de las categorías con mayor volumen de envases.
En paralelo, el centro español ITENE, en el marco del proyecto europeo SUSFLEX, ha demostrado que es viable sustituir estructuras multicapa metalizadas por formulaciones reciclables de poliolefinas (PE y PP) y sustratos celulósicos, sin sacrificar resistencia mecánica ni sellabilidad. Esto supone un paso clave hacia envases flexibles plenamente circulares.
Innovaciones en papel y cartón: celulosa en nuevos territorios
Las fibras celulósicas están ganando terreno como alternativa sostenible, especialmente en sectores donde el plástico ha sido tradicionalmente dominante. En el ámbito vitivinícola, Rebel Wine Box ha lanzado un bag-in-box “100% reciclable de verdad”, eliminando la mezcla de materiales que suele bloquear su reciclaje.
En el sector de bebidas, Absolut y Tetra Pak están probando tapones de papel como sustitutos de componentes plásticos. En la categoría de comidas preparadas, Marks & Spencer ha introducido bandejas de papel reciclable en lugar del plástico negro no reciclable, abriendo el camino a soluciones más alineadas con los objetivos de circularidad.
Material reciclado posconsumo (PCR): cumplir sin comprometer calidad
La incorporación de plásticos reciclados posconsumo (PCR) es ya una obligación legal en muchos casos, como ocurre con el rPET en botellas dentro de la UE. Pero más allá del cumplimiento, el desafío es asegurar la seguridad alimentaria, control de migración y pureza, y contar con un suministro estable y homogéneo.
Cadbury ha anunciado que incluirá hasta un 80% de polietileno reciclado en sus envases de chocolate en Reino Unido. En España, Ybarra ha lanzado envases de aceite elaborados con rPET 100% reciclado. A nivel sectorial, Ecoembes coordina al sector bebidas en España para garantizar la trazabilidad de los materiales reciclados y el cumplimiento de los objetivos fijados por la legislación europea. Estas acciones refuerzan la credibilidad de las marcas, pero requieren una inversión significativa en infraestructuras de recogida y clasificación.
Smart packaging: prolongar la vida útil y reducir desperdicio
El envase ya no es solo un contenedor: puede ser una herramienta activa para reducir el desperdicio alimentario. El smart packaging integra funcionalidades como sensores, propiedades antimicrobianas o recubrimientos comestibles para conservar mejor los alimentos y comunicar su estado al consumidor.
Una revisión académica de la Universidad de Santiago de Compostela, publicada en la revista Foods (MDPI), destaca el potencial de materiales como la nanocelulosa o las nanopartículas de plata para desarrollar envases inteligentes capaces de monitorizar frescura o inhibir microorganismos. No obstante, persisten incertidumbres regulatorias sobre toxicidad y migración.
En etapas más experimentales, la Universidad de Aveiro (Portugal) investiga el uso de hidrogeles y biomateriales funcionales capaces de liberar antioxidantes o detectar microorganismos, lo que permitiría envases que respondan activamente a condiciones de deterioro. Aunque estos avances están aún en fase de laboratorio, anticipan una nueva generación de soluciones con alto valor añadido.
Digitalización y trazabilidad: tecnología al servicio de la circularidad
La digitalización está emergiendo como una herramienta clave para mejorar la trazabilidad de los envases, su reciclaje y la comunicación con el consumidor. En Reino Unido, Ocado ha realizado pruebas con etiquetas UV que facilitan la clasificación automática en plantas de reciclaje. En España, Eroski ha introducido etiquetas electrónicas inteligentes que, en el futuro, podrían integrarse con sistemas de trazabilidad y comunicación de atributos sostenibles.
Estas soluciones digitales permiten más que un control logístico: abren la puerta a una mayor transparencia en los claims ambientales, mejoran la eficiencia en la recogida de residuos y facilitan la integración del consumidor en la economía circular.
Compromiso corporativo: sostenibilidad desde el diseño
La innovación en packaging no depende únicamente de avances tecnológicos. Requiere de una inversión estratégica clara por parte de las compañías. Nestlé ha iniciado una colaboración con IBM para utilizar IA generativa en el descubrimiento de nuevos materiales con alta barrera y bajo impacto ambiental. Además, ha anunciado la creación de un nuevo centro deep tech en Suiza.
Mondelez, a través de su iniciativa Snacking Made Right, busca que el 100% de sus envases sean reciclables en 2025 y ya ha alcanzado un 96%, reduciendo también el uso de plástico virgen. Por su parte, Ferrero afirma haber logrado que el 100% de sus envases estén diseñados para ser reciclables, compostables o reutilizables.
Estos movimientos muestran un cambio de enfoque: la competitividad ya no se mide por el diseño visual del envase, sino por su impacto real en sostenibilidad y la capacidad de las empresas para movilizar a toda su cadena de valor.
Reutilización y sistemas de devolución: cerrar el ciclo
La reutilización está ganando terreno como una de las estrategias más disruptivas dentro del ecosistema del packaging. En España, BonÀrea ha lanzado RetornA, un sistema de devolución de envases que ofrece una bonificación económica directa al consumidor. A nivel industrial, la fusión entre IPL Global y Schoeller Allibert ha dado lugar a un nuevo actor de peso en el mercado de envases reutilizables para la alimentación y la logística.
Este tipo de modelos no solo reducen el consumo de materiales vírgenes, sino que replantean el diseño del packaging como parte de un sistema cerrado y eficiente.
Neutro en Carbono: energía, campo y CO₂ se integran en estrategias net zero
La carrera hacia la neutralidad climática está reconfigurando la industria alimentaria desde la raíz. No se trata solo de reducir emisiones puntuales, sino de rediseñar sistemas completos: desde la fuente de energía en las fábricas, hasta los métodos agrícolas, la gestión del CO₂ y las nuevas formas de financiación. La transición se articula en varias capas que, lejos de actuar por separado, empiezan a conectarse en una visión común.
Descarbonizar la fábrica: calor renovable, biogás, energía solar y fábricas inteligentes
El primer frente de acción está dentro de las propias instalaciones. Muchas empresas están sustituyendo calderas de gas natural por alternativas renovables como biomasa que usan subproductos orgánicos, por ejemplo posos de café, para generar calor en procesos intensivos. Compañías como Mahou San Miguel, Nestlé o Intermalta han realizado inversiones importantes en este sentido.
A esto se suma el creciente uso del biogás, que cierra ciclos internos al aprovechar residuos orgánicos. Un ejemplo concreto es Ámbar, con un gasómetro de gran capacidad para estabilizar su producción. La fotovoltaica de autoconsumo, por su parte, se extiende tanto en el agro como en el retail, con casos como Porcisan y Alcampo.
Un añadido reciente clave: CP Foods, conglomerado asiático, ha presentado una estrategia de neutralidad (net-zero) para 2050 basada en cuatro líneas: energía limpia (solar, biomasa, biogás), fábricas inteligentes (uso de IA, trazabilidad), abastecimiento sostenible y colaboración en la cadena de suministro. Esta estrategia incluye dejar de usar carbón en todas sus operaciones globales para 2030.
Regenerar el campo: el Scope 3 empieza con el suelo
Buena parte de la huella de carbono no está en la fábrica, sino en el campo. Por eso, muchas empresas están volcando sus esfuerzos en impulsar la agricultura regenerativa, un enfoque que mejora la salud del suelo, captura carbono y aumenta la resiliencia de los cultivos.
Carlsberg ya produce una cerveza elaborada con cebada 100 % regenerativa. Nestlé ha anunciado que sus papillas se fabricarán exclusivamente con cereales cultivados bajo estos métodos y se ha marcado el objetivo de que el 50 % de sus ingredientes clave provengan de agricultura regenerativa en 2030. Para dar trazabilidad al proceso, compañías como Mondelez han invertido en eAgronom, una plataforma digital que ya gestiona más de 2,5 millones de hectáreas agrícolas en Europa y África. Su tecnología permite a los agricultores registrar prácticas regenerativas, medir la captura de carbono y acceder a créditos en mercados voluntarios. Con el respaldo de Mondelez, la meta es superar los 4 millones de hectáreas en 2026, reforzando tanto la descarbonización como la resiliencia del campo. Este movimiento no es aislado: Oatly ha lanzado su programa F.A.R.M., con el que aspira a que un tercio de la avena que utiliza en 2030 proceda de prácticas regenerativas.
Capturar CO₂: del residuo al recurso industrial
En paralelo a la reducción de emisiones, la industria explora formas de captura y reutilización del CO₂. Ya no se trata solo de evitar que llegue a la atmósfera, sino de darle un nuevo valor.
Un caso reciente es la colaboración entrs ADM y OCOchem, que han firmado una asociación para construir una planta que convierta CO₂ biogénico del proceso de etanol en moléculas como formiatos, usando la tecnología de electrólisis modular Carbon FluX. Estos formiatos pueden tener aplicaciones en fertilizantes, solventes, ingredientes farmacéuticos, fragancias, etc. El proyecto aspira a estar operativo para finales de 2026.
Otro ejemplo nacional: Estrella Galicia recupera el CO₂ de fermentación para reutilizarlo en la carbonatación de sus bebidas. Estos desarrollos muestran cómo se incorpora la sostenibilidad desde el diseño de las plantas y procesos.
Impulsar con capital: la sostenibilidad también se financia
Toda esta transformación necesita inversión. Por eso, empieza a crecer un ecosistema de financiación climática e innovación industrial que conecta empresas, startups y bancos.
Mars ha lanzado un fondo global de 250 millones de dólares para apoyar proyectos sostenibles en su cadena de valor. En España, AgroBank promueve un programa de innovación abierta con 15 startups agritech. Y nuevos actores como ODOS y Alt Carbon están captando capital para soluciones digitales de monitoreo o tecnologías de remoción de carbono.
Contar el esfuerzo climático: entre etiquetas y posicionamiento
A medida que estas soluciones se despliegan, surge una pregunta clave: ¿cómo comunicar todo esto al consumidor? Las eco-etiquetas, aunque útiles, tienen un efecto limitado en las decisiones de compra. Sin embargo, sí ganan relevancia en el canal B2B y en la relación entre operadores.
Algunas marcas están optando por ir más allá del etiquetado y adoptar narrativas más amplias. Es el caso de Oatly, reconocida por la Exponential Roadmap Initiative como la primera empresa de alimentos y bebidas certificada como “Climate Solutions Company”. Con ello se posiciona no solo como una marca de bebidas vegetales, sino como parte de un movimiento que busca credibilidad, transparencia y conexión real con el contexto climático.
Objetivos bajo revisión: entre ambición y realismo operativo
No todas las promesas se cumplen en el plazo esperado. Algunas multinacionales están revisando sus metas. PepsiCo, por ejemplo, ha retrasado su compromiso de neutralidad climática de 2040 a 2050. Este tipo de decisiones refleja las tensiones reales entre la ambición declarada y los desafíos técnicos, financieros y logísticos de llevarla a cabo.
De ahí la necesidad de marcos comunes, más transparencia y sistemas robustos de seguimiento que ayuden a mantener el rumbo sin caer en el greenwashing.
El vertical farming se afianza en nichos de alto valor
En un contexto de presión climática, volatilidad en las cadenas de suministro y necesidad de producir más con menos, el vertical farming sigue siendo una tecnología en exploración: con aplicaciones prometedoras en nichos específicos, pero aún lejos de consolidarse como una opción estratégica generalizada en el futuro alimentario.
Las nuevas granjas verticales no solo buscan eficiencia en el uso de espacio, agua o energía; se están transformando en infraestructuras agrícolas de nueva generación, con capital institucional detrás, integración tecnológica avanzada y una lógica industrial comparable a la de un data center. Proyectos como GigaFarm en Dubái, impulsado por ReFarm e Intelligent Growth Solutions, ilustran esta escala emergente: torres modulares automatizadas, sistemas cerrados de recuperación de recursos, integración de larva de soldado negro para compostaje y nutrición, y control climático total a través de plataformas basadas en inteligencia artificial.
Esta evolución va de la mano de ejemplos de consolidación del sector, como lo demuestra la fusión entre 80 Acres y Soli Organic, que han unido fuerzas para crear una red nacional de cultivo indoor en EE. UU. con ingresos proyectados de 200 millones de dólares en su primer año y presencia en más de 17.000 puntos de venta. Esta estrategia apunta a un objetivo claro: mejorar los unit economics, garantizar demanda a escala y construir operaciones robustas capaces de competir (o complementar) con el sistema agrícola convencional. La clave está en elegir bien qué cultivar: en vez de producir lechugas y otras verduras comunes de bajo precio, el vertical farming puede enfocarse en alimentos más rentables, como fresas de gama alta, brotes tiernos utilizados en gastronomía y cultivos muy exclusivos como el azafrán. Empresas como Plenty, en pleno proceso de reestructuración, o Singrow, especializada en variedades de fresa resistentes al clima, están apostando por un modelo más enfocado en valor que en volumen.
La viabilidad del indoor farming a gran escala también se apoya en modelos de circularidad integrados, como es el caso del primer invernadero subterráneo de España, impulsado por SERIDA y Hunosa en una bocamina de Asturias, que aprovecha la inercia térmica del subsuelo para estabilizar la temperatura sin coste energético añadido.
España, de hecho, empieza a posicionarse en este escenario. La startup Néboda ha cerrado una ronda de financiación de 1,84 millones de euros para escalar su modelo de cultivo vertical industrial, mientras que BlueRedGold que ha desarrollado un sistema completo de cultivo interior de azafrán mediante agricultura vertical y ambientes controlados durante todo el año. A nivel tecnológico, el avance de soluciones como la aeroponía, sensores climáticos y sistemas de predicción vía IA permite mejorar el rendimiento, reducir mermas y optimizar la distribución desde la semilla hasta el punto de venta.
Sin embargo, el camino no está libre de retos. La inversión inicial y el coste energético siguen siendo sensibles. El caso de Plenty demuestra que sin un foco claro en cultivos de alto margen, acuerdos de salida firmes y eficiencia operativa desde el día uno, el modelo puede no sostenerse.
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